Nos mienten, nos engañan, nos insultan,
envenenan las aguas y los aires,
nos explotan hasta caer rendidos,
condenan al vacío a nuestros padres.
Somos ratas en un laboratorio,
conejillos de Indias enjaulados,
marionetas en un teatro inmundo,
las gárgolas de un templo desolado.
No hay peor virus que el miedo y la impotencia,
la crueldad, la avaricia, la desidia,
el hambre, la mentira, la miseria,
el odio, la incultura, la injusticia.
¡Arrojemos del templo a los ladrones,
a jueces, a corruptos, a rufianes,
a los que hablan de patria y de justicia,
a quienes lavan su honor con nuestra sangre.
Hay que arrancar de raíz esta cizaña
que envenena los cuerpos y las almas
que nos secuestra la paz y la alegría,
las ganas de vivir y la esperanza.
Hay que arrojar del Edén a los traidores,
reyezuelos vampiros y serpientes
que contagian el aire que respiran
y envenenan los cuerpos y las mentes.
Hay que limpiar los surcos del trabajo
para que puedan brotar nuevas espigas,
para poder disfrutar de la cosecha
y compartir tu vendimia con la mía.
Para poder abrazarnos como hermanos,
para vivir en la paz de un nuevo día,
para que tú y yo seamos un nosotros
sin odios, sin envidias, sin mentiras,
sin látigos, sin yugos, ni cadenas
sin fronteras, sin armas, sin espinas.
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